Los 400 golpes

Les 400 coups

François Truffaut, Francia, 1958

Comentario

El espacio de juego en esta secuencia es una calesita de feria, un rotor gigante en el cual Antoine Doinel ha ocupado un lugar. En ese gigante cilíndrico, cerrado sobre sí mismo, los “jugadores” hacen la experiencia de un momento que no obedece más a las reglas habituales de la gravedad: es posible desplazarse, reptando, con la cabeza hacia abajo. Tampoco a las reglas comunes de la percepción: cuando los jugadores miran a los espectadores en lo alto del cilindro, su imagen se vuelve estroboscópica y ya no pueden distinguir sus rasgos: a causa de la velocidad de rotación, el mundo visible se vuelve borroso e inestable.

Esta calesita, como muchas otras en las ferias, es ante todo un juego de vértigo, de perder los puntos de referencia que permite experimentar por contraste la estabilidad del mundo ordinario. El vértigo es tal que no se detiene de inmediato cuando el rotor lo hace. Jean-Pierre Léaud (que interpreta a Antoine) hace la experiencia y titubea cuando encuentra el piso del rotor. Porque aquí no es el personaje imaginario sino el actor real el que experimenta físicamente la sensación de vértigo, sin necesidad de actuar. El plano se convierte en un documental sobre el cuerpo del actor que se vuelve incontrolable y vacilante.

Para filmar esta escena, François Truffaut eligió hacer planos desde el punto de vista estable de los espectadores y desde los puntos de vista subjetivos y vertiginosos de los “cobayos” en el cilindro. El montaje está trabajado con gran cuidado para hacernos circular sin saltos entre esos dos puntos de vista tan diferentes.