Les Vacaciones del señor Hulot

Jacques Tati, Francia, 1953, Carlotta Films

Comentario

Súbitos fuegos artificiales despiertan a los habitantes de un hotel familiar a la orilla del mar. Es el señor Hulot, un alborotador rápidamente identificado por los huéspedes del lugar como creador de problemas y de catástrofes de todo tipo. Los veraneantes adormilados deciden, sin aparente concertación, dejar sus habitaciones para reunirse en el salón del hotel. Movidos por una mecánica invisible, recuperan en un abrir y cerrar de ojos los lugares, las actitudes y las costumbres por las cuales se apropiaron del lugar unos días antes: las luces se encienden, el fonógrafo se echa a andar y solo los pijamas denotan la incongruencia de la situación: un salón de pleno mediodía se anima en el corazón de la noche, la pequeña comunidad se reorganiza, cada uno se ocupa de sus actividades mientras que en el exterior el señor Hulot forcejea, incapaz de controlar la situación. Parece haber dinamitado el tiempo por su torpeza. Es el fin de las vacaciones y esta última metida de pata permite prolongar el placer. El día siguiente es el día de la partida. Una serie de planos fijos de composición muy precisa son otros tantos sainetes que ilustran rituales de partida del lugar de vacaciones. Los niños se arrancan con dificultad de los placeres de la playa, envarados en sus trajes de ciudad, hacen sus últimos juegos en la arena o refunfuñan arrastrando los pies por tener que dejar la orilla del mar. Los adultos, por su parte, se entregan al último ritual de adioses y promesas de volver a encontrarse en París, o al año siguiente: la entrada del hotel, súbitamente llena se convierte en lugar de pasaje obligado, la última frontera antes de volver a la vida normal y la dispersión de la pequeña comunidad. Entre los dos, el señor Hulot busca su lugar, su gran cuerpo y su actitud parecen ofrecer resistencia a los rituales bien establecidos. Filmada en una época en que las vacaciones a la orilla del mar eran una institución, la película registra la estación balnearia familiar en el momento en que se fija y se convierte en arquetipo: aquí y allá, como tantos otros signos, un salvavidas, una barca, el carrito del vendedor de helados, los ponys en la playa… vacíos en ese momento de partida, listos para recibir la siguiente ola de veraneantes.