El viento nos llevará

Bād mā rā Khāhad bord

Abbas Kiarostami, Irán, Francia, 1999

Comentario

Kiarostami filma a un hombre sólo que mira, escruta, busca y sin embargo no ve nada de la suntuosa belleza que lo rodea. Del mundo a su alrededor sólo percibe fragmentos que, lejos de hacer sentido, parecen devolverlo siempre a su propia impotencia. Su frustración, esa incapacidad de ver y de comprender, se expresa a través de el juego cruel con la tortuga, a la que da vuelta varias veces, como para afirmar su dominio sobre lo real que se le escapa. Sin embargo, ese mundo le dicta sus propias reglas cuando tiene que detenerse para dejar pasar a un rebaño de ovejas a las que no presta ninguna atención y al que vemos avanzar en la profundidad de campo, a través de los vidrios del vehículo. Los perros que corren y retozan, la tortuga que termina por darse vuelta y seguir su camino, las ovejas que cruzan: los animales, en su otredad, su realidad (oímos casi el aliento de la tortuga), la imprevisibilidad de sus reacciones están bien presentes en el mundo: un cambio de escala de planos revela al espectador un paisaje inmenso, la luz suave y el viento sobre las colinas; a la inversa de su personaje, cuyo universo parece encogido, el director ve y filma el mundo que está allá, ofrecido a nuestra mirada, fijo en una eternidad inamovible. Nuestro paso por allí es fugaz, la huella que dejaremos es ligera, a semejanza de este automóvil que desaparece progresivamente detrás de los campos de trigo, como devorado.