Alemania año cero

Germania, anno zero

Roberto Rossellini, Roberto Rossellini, Italia, Alemania, Francia, 1947

Comentario

En este film un chico de 12 años, Edmund, yerra por las calles de Berlín en ruinas después de la capitulación alemana. Durante la guerra, ha debido satisfacer las necesidades de su familia haciendo mercado negro y tráficos diversos. Bajo la influenica de uno de sus antiguos profesores, nazi, que le ha sugerido que la muerte de su padre enfermo, “una boca inútil”, será útil y deseable, ha envenenado a su padre.

La escena final, que termina con el suicido de Edmund, describe su marcha hacia la muerte. La cuestión del juego es esencial en esta secuencia. Durante la guerra, con las aplastantes responsabilidades que le han tocado para su edad, su infancia le ha sido robada y ha estado privado de la posibilidad de jugar, actividad esencial a esta edad para constituirse.

Al comienzo de la escena, se cruza en su camino con un grupo de niños más pequeños que él, varones y niñas, que están jugando a la pelota en una calle en ruinas. Trata de entrar en el partido pero el grupo lo rechaza: es demasiado grande para jugar con ellos y demasiado pequeño para enseñarles a jugar. (Encontramos una escena equivalente en la película de Kiarostami Breaktime, donde por el contrario los jugadores son mayores que el personaje). Retoma su camino por las calles desiertas y se detiene para escuchar a un sacerdote que “toca” el armonio en una iglesia destrozada por los bombardeos. Después se pone a jugar solo a la rayuela con los agujeros que han dejado los obuses en el asfalto.

Más lejos, en una calle más animada, juega a patear una piedra (como el chiquito al comienzo de El pan y la calle de Kiarostami). Después, en un edificio en ruinas frente a su casa, se entrega a un juego de equilibrio en los escombros. Encuentra un objeto no identificado que parece la cabeza de un martillo o la parte de arriba de una canilla y se sirve de él para imitar el gesto de pegarse un tiro en la cabeza. Trepa por las escaleras que llevan a los pisos superiores y se sirve de un rectángulo de luz recortado contra el suelo por una ventana para jugar “al duelo” con su sombra y con el objeto encontrado como si fuera un revólver. Después comienza a tirar sobre las ventanas de enfrente, primero con el revólver, después con una piedra.

Tras haber observado el camión lleno de ataúdes que viene a buscar el de su padre, y a su familia endomingada que lo busca, juega con una gran piedra en el alféizar de una ventana. Se quita entonces su chaqueta de hombre, demasiado grande para él y juega deslizándose por una viga inclinada como en un tobogán. Se acerca entonces a una ventana que da a su casa y se deja caer al vacío. Todos los intentos de jugar como un niño “normal” han sido en vano, es incapaz de crecer y de vivir a causa de la infancia robada que ha sido la suya, sin haber llegado a ser plenamente un niño ni un adulto.