Abouna

Mahamat-Saleh, Chad, Francia, 2002

Comentario

Acompañamos la marcha de dos personajes, inmersos en un mundo que nos revela un lento travelling en plano secuencia: el límite de una ciudad, un suelo cubierto de desechos, una vaca aislada, a lo lejos un camino… A partir de estos elementos de lo real, el director compone un verdadero cuadro: en ese plano muy largo, sobre fondo azul (el cielo) y ocre (la tierra), oscurecidos por el polvo y el humo, los muchachos son dos siluetas de color vivo que atraviesan el mundo con paso decidio. Una voz en off nos sumerge en la subjetividad de los niños, sólo preocupados por la desaparición misteriosa de su padre. Cuando llegan al puente-frontera que separa el Chad de Camerún, lo que miramos es un mundo transformado por el estado emocional de los muchachos (la esperanza de encontrar a su padre). De hecho, la escena de la frontera está filmada de manera muy diferente, a través de la percepción y la espera de los niños ubicados en el medio de la multitud, de manera fragmentaria, con enmascaramientos, raccords de miradas sobre rostros, gestos esbozados, pequeñas escenas atrapadas en vivo (un intercambio de billetes, el soldado que abre la barrera), en un montaje rápìdo de planos cortos. La escena se cierra con un plano simétrico al del inicio del fragmento: la trayectoria rectilínea de los muchachos filmada en un largo plano general. Su espera ha sido frustrada, ahora están solos en un mundo lleno de esta nueva ausencia, solos en el plano. El director deja a sus actores así como a sus personajes, campo, tiempo y espacio para inventar nuevos gestos, una nueva manera de estar en el mundo, a través de actuaciones improvisadas.